sábado, 3 de julio de 2010

El pequeño gesto


Después de días y días preguntando qué me sucede, he llegado a la conclusión de que hay pequeños gestos que me trastornan.

Después de tantos años sin ellos, el pequeño gesto llena mi vida, mis minutos y a partir de ahí mi cabeza implosiona y no razona, se enamora perdidamente del autor del pequeño gesto y se pregunta cuando volveré a sentir amor,o lo más importante, cuando volveré a sentir que me aman.

Mis pequeños gestos provienen de la mano de amigos o de desconocidos, prioritariamente solteros, a los que conozco desde hace millones de años o al que conozco de apenas un año. Los pequeños gestos, son eso, hechos espontáneos que o bien provienen de la educación recibida o bien provienen del simple cariño que las personas nos procesamos.

El primer pequeño gesto vino de un amigo que me llevó a casa. Mientras obviábamos las paradas del búho y yo iba en su coche, me preguntaba a mi misma cómo yo era merecedora de tal detalle y que me hacia sentir tan mal si era algo inocente. Tal vez llevar en el coche a una persona durante seis años, tener complejo de taxi al final de la relación ha sido bueno para mi autoestima. Pero más que eso era el pequeño gesto de cariño hacia mi, el detalle de no dejarme en medio de Madrid para que buscara un búho o un taxi, sino al contrario, llevarme a la puerta de casa sin problemas y con una llamada a mi móvil indicándome que había llegado a casa en condiciones- cruzar todo Madrid no es fácil un Sábado por la noche.

Mi segundo pequeño gesto vino de la mano de quien me quitó el sueño estos días de atrás. Es la primera persona con la que tonteo después del fin de mi relación y posiblemente he estado demasiado receptiva o imaginando que él sentía algo que creo que no siente.

A pesar de que él no siente ni de lejos aquello que despertó mi instinto de caza después de tantos años, él ha sido el que, con el mero hecho de llevar mis sandalias desde la playa hasta el coche, con el hecho de hacerme sentir guapa, y con el hecho de limpiar mis gafas con un cariño que no conocía, he ha puesto en dos tesituras: reconocer que soy enamoradiza, o que necesito sentir algo por una persona para seguir adelante, y el hecho más fundamental, creer que soy hermosa o por lo menos siempre habrá alguien que así me vea aunque ahora me sobren los 20 Kg.

Bien es cierto que lo del tonteo no ha pasado a mayores, por lo que creo que los 20 Kg también ejercen su efecto repelente, pero sé que todavía me puedo sentir bien y volver por mis fueros como antaño hice.

Gracias a los dos por hacerme sentir persona, por hacerme sentir mujer, por hacerme ver que hay luz al final del túnel.